Declarada de Interés Turístico Internacional
Para referirnos a la Semana Santa de Lorca, Cartagena o Murcia se ha utilizado el término peculiar, distinta, incluso excepcional. En Jumilla, el concepto de Pasión cambia en relación a las ciudades anteriores.
Sin abandonar sus raíces levantinas, esta localidad parece tener un pie, o su mirada, en la meseta castellana, donde la sobriedad es su sello característico. Pero su sobriedad, incluso despojamiento y severidad, no son sinónimos de falta de espectacularidad. Y Jumilla rebosa espectáculo medido, reconcentrado, intensidad y entrega total. Sus procesiones y sus gentes conservan el espíritu medieval con el que nacieron, que no fue otro que la parte didáctica que toda esta exposición martirológica conlleva. Había que explicar por qué, qué, y cómo fue la muerte de Cristo, los pasajes bíblicos, y nadie mejor que una orden como la franciscana, asentada en Jumilla con vocación misionera, hiciera que antes del siglo XV la celebración de las procesiones fuera algo más, mucho más, que la salida de la imágenes de los templos. .
Casi todos los días de esta Semana, además de las procesiones, ocurre algo significativo, desde las representaciones públicas del prendimiento de Jesús a los traslados de tronos e imágenes desde sus Iglesias de origen al punto en que saldrá la marcha procesional, desde los pregones, que ya son tradición, a la romería desde la ermita de San Agustín o desde el monasterio de Santa Ana. En Jumilla, tanto en los recorridos diurnos de las hermandades como en los nocturnos la persona que visita la ciudad se sentirá envuelta en una atmósfera que le parecerá nueva y sorprendente.
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